Fauna alpina

Animales que viven en las montañas tienen que enfrentarse a distintos desafíos: terrenos empinados, rocas miserables, vegetación escasa y temperaturas extremas. No obstante, hay muchos animales que se han adaptado a estas condiciones difíciles.

La marmot © Samnaun Tourism

Un desafío particular es el invierno: escasean los alimentos y la nieve obstaculiza el desplazamiento de los animales en el terreno ya de por sí casi intransitable. En el invierno es necesario ahorrar energía, por eso, los animales reducen sus actividades a un mínimo absoluto; algunas especies hibernan.

La gamuza

La gamuza tiene su plaza fija en el folclore suizo. Este hecho impidió probablemente la extinción de la raza en Suiza. Hasta la segunda mitad del siglo XIX las existencias de la gamuza habían descendido de manera tan amenazante que en 1875 se decretó una ley para la reglamentación de la caza del rebeco. 

Sin embargo, la caza no es la única amenaza para la gamuza. Desde que se reintrodujo el lince en Suiza, el animal alpino volvió a tener su antiguo enemigo natural. Además, la gamuza sufre a veces una ceguera típica, cuyas causas aún se desconocen. Esa ceguedad suele ser pasajera, pero los animales mueren de hambre o caen de las rocas empinadas antes de poder recuperar la vista. 

Se estima que en Suiza (en los Alpes y en el Jurá) viven más de 95.000 ejemplares. Este ágil y elegante animal escalador se mueve en solitario o en grupos. 

La gamuza es fácil de reconocer: un animal adulto puede alcanzar una altura de 1,30 metros y un peso de hasta 50 kilos. Los cuernos, cuyas puntas tienen una forma arqueada, pueden alcanzar 17 centímetros. Dos rayas oscuras en la cara son algunas de las características más típicas de este animal alpino. 

Además, los pelos característicos que la gamuza lleva en la espalda, pueden alcanzar una longitud de 15 a 20 centímetros en los meses de invierno. La gamuza eriza ese vello si quiere impresionar a un congénere. Antiguamente, los cazadores adornaban sus sombreros con los mechones de la gamuza en señal de trofeo. 

El íbice

En Suiza viven cerca de 15.000 cabras monteses. La raza estuvo a punto de su extinción en la primera mitad del siglo pasado. La causa de esta caza incontrolada eran los cuernos del íbice que se empleaban para remedios milagrosos contra un sinnúmero de posibles achaques físicos. En el País de los Grisones, aquel cantón que lleva el íbice en el escudo cantonal desde 1457, el íbice ya estaba extinguido en el siglo XVII. 

La reintroducción del íbice en el Parque Nacional Suizo en los Grisones se llevó a cabo entre 1920 y 1934. Actualmente hay populaciones también en los cantones del Valais y Berna. Todos los íbices que viven ahora en Suiza son descendientes directos de las cabras introducidas en aquel período. 

El íbice puede alcanzar un peso de hasta 100 kilos y una altura de hasta un metro. Tiene dos grandes cuernos encorvados y costiformes. La edad del animal se desprende del número de costillas que lleva el cuerno. Los cuernos suelen crecer por dos costillas al año y pueden alcanzar una longitud de hasta un metro y un peso de hasta 10 kilos. 

Las pezuñas del íbice están perfectamente adaptadas al terreno montañoso. Por fuera tienen bordes duros y por dentro pulpejos blandos y antideslizantes que ayudan al animal a mantener el equilibrio hasta en los terrenos más acantilados. El animal es capaz de saltar varios metros hacia arriba sin tener que tomar impulso. 

Los guardas forestales no son muy amigos de las cabras monteses porque no suelen comer sólo los renuevos, también estropean los árboles jóvenes al sacar las fibras de los cuernos frotándolos en el tronco. La corteza sufre así heridas importantes que pueden impedir el flujo de líquido en el interior de la planta y causar, en última consecuencia, la muerte del árbol. Las cabras monteses son capaces de destruir un entero proyecto de reforestación que se lleva a cabo en las laderas alpinas para proteger los valles contra las avalanchas. 

La marmota

En verano se suelen ver con frecuencia muchas marmotas. Pero además de verlos, se oyen. Si un peligro se avecina, las marmotas sueltan silbidos fuertes para prevenir a sus congéneres de un peligro y se esconden en sus madrigueras. 

Las marmotas viven en familias con hasta 15 miembros. Construyen sus guaridas en el campo abierto. Las madrigueras están interconectadas en un sistema de túneles. Cuando salen a la superficie para buscar comida hay siempre una del rebaño que vigila. 

Los enemigos naturales más peligrosos son las aves de rapiña y los zorros. Las marmotas se adaptan con facilidad a su ambiente natural. En zonas muy transitadas por senderistas, las marmotas acabaron acostumbrándose al hombre en el que ya no ven ningún peligro. 

Las marmotas viven sobre todo en los Alpes. Su actividad principal consiste en buscar comida. Durante el verano y el otoño tienen que engrasar para sobrevivir la hibernación. En este período suelen duplicar su peso (hasta ocho kilos). 

Durante la hibernación su temperatura corporal baja a cinco grados. Con el derretimiento de la nieve se acaba para las marmotas el insomnio invernal. 

La salamandra alpina

Las fascinantes estrategias de supervivencia de la salamandra alpina son susceptibles de batir todos los récords. Es el único anfibio europeo que se reproduce por cría viva (no pone huevos); además, la cría permanece hasta tres años en el seno materno. Debido a las duras condiciones alpinas es importante que la cría nazca bien desarrollada y preparada para sobrevivir en un ambiente tan hostil. 

La salamandra alpina prefiere las zonas húmedas (bosques de la sierra) hasta una altitud de 3.000 metros sobre el nivel del mar. Es negra y alcanza una longitud de hasta 16 centímetros. Su alimentación consiste sobre todo de escarabajos, arañas y ciempieses.